BUSCANDO EN LA ALACENA DE LOS RECUERDOS

Reconozco que en ocasiones soy un poco raro, me gusta nadar a contracorriente. Si un día se presentara ante mí la oportunidad de poder frotar la lámpara de Aladino, pueden estar seguros de que no le pediría al genio, cosas como un yate, ser agraciado con el euro millón, o fruslerías de ese estilo. Quizá podrían ser segundas o terceras opciones, en el caso que el agradecido genio liberado de su prisión me concediera tres deseos.

Si solo pudiera disponer de una única petición, sin dudar elegiría que se me otorgara el don de poder encapsular dentro de un bote, los momentos felices de mi existencia. Esos instantes preñados de magia, como estrellas fugaces de la felicidad. Momentos irrepetibles como la risa inocente de mi hija, al hacerle cosquillas en los pies, una cerveza con los amigos, el abrazo de mis padres, las navidades de la niñez, el primer beso…Una puesta de sol que por repetida no deja de ser irrepetible, un amanecer abrazado con la persona amada. Simplemente las pequeñas cosas que hacen grande la vida.

Imaginar tener en mis manos un bote de cristal, desenroscar despacito la tapa y atrapar la escena. Introduciéndole suavemente en el recipiente, cerrando luego el envase, pegando un suspiro de satisfacción, antes de que se escape el encanto del momento. Sería maravilloso, ¿No?, por lo menos para mí, sí.

 Después al llegar a casa depositar el bote en la alacena de los buenos recuerdos, ponerle una etiqueta y dejarlo guardado hasta que la traidora melancolía asome en una tarde de domingo… Entonces, solo entonces, levantarme del sofá para abrir la puerta del mueble, donde los tengo guardados. Para escoger el bote del recuerdo que me apetezca, abrirlo y poder volver a revivir ese instante feliz.

J.C.T