El sueño que se escondía tras las dunas

Esa noche, la imaginación de Paul voló al encuentro de su adorada dama, que, en medio de sus ensoñaciones, se le aparecía vestida de blanco. Con el cabello suelto de color rojizo, que era movido por el viento y entre sus pechos llevaba un colgante plateado en forma de medialuna. Caminaba descalza por las dunas, Paul pudo percatarse que sus pisadas no dejaban ninguna huella tras su paso. Su andar era ligero, vaporoso, casi etéreo. El contacto de sus pies sobre la arena no producía ruido alguno, poco a poco se fue acercando hasta la esterilla donde estaba recostado el joven irlandés. Esté con los ojos abiertos como platos, presenciaba atónito, como la dama se inclinaba al llegar al lado suya. Acercándose hasta llegar legar a rozar sus labios con los de él. Paul embriagado por la fragancia que desprendía la mujer, levantó la mano derecha para pasarla por el cuello de la dama y empujar con suavidad su cabeza para fundirse en un apasionado beso. Una chispa de placer recorrió el cuerpo del joven, cuando la dama introdujo la lengua dentro de la boca de Paul, dejando un grato sabor a miel en el paladar del irlandés. Ella consciente de la excitación que había desencadenado, interrumpió el beso, retirando con dulzura sus labios del rostro del joven.

Paul jadeaba y le costaba respirar, pero, aun así, no podía desviar la mirada de los ojos verdes de su amada.

  • ¿Como te llamas? – susurró Paul de manera apasionada.
  • Mahsati – Contestó ella acercándose al oído del joven.

De repente Paul sintió un agudo dolor en el costado, entre abriendo los ojos, pudo ver como un camellero le pegaba patadas para despertarlo.

  • Para, para – Gritó Paul indignado

El otro le indicó con gestos que se levantara, Paul medio aturdido se dio cuenta que tenía que prepararse para iniciar la marcha. En el horizonte ya se marcaba la línea anaranjada que anunciaba el amanecer, debían darse prisa y arribar a las estribaciones de la sierra del Ahaggar, antes que el sol alcance su cénit.

JCT

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