En las ocasiones en que participo en alguna actividad montañera, puedo imaginar que soy como Rutilio Rufo… Narrando las campañas de Escipión Emiliano, caminado al lado de Mario y sus legiones. Expediciones muy diferentes a las de montañeros, pero el contacto con la naturaleza y sus retos. Despierta mí faceta épica, revive al niño que aún mora en mi interior.

La sencilla belleza del entorno, la armonía que desprende la casa que compartimos todos los seres vivos, su majestuosidad me colma de energía. Por eso no quiero perderme ningún momento, por insignificante que parezca, porqué lo grande se suele mostrar en lo pequeño.

Esbozo en mi libreta de campo, las emociones que me asaltan en ese instante. Hago fotografías con la cámara de escribir, imágenes que solo puedo plasmar con palabras. Guardando en mi alma los momentos, encapsulando la luz, el color, sintiendo el roce de los brezos, el arañazo de los tojos, las bofetadas de las xesteiras. Palpando la vida en la aspereza de las rocas, abrazando árboles, gritándole al viento… Todo eso queda grabado para la posteridad en mi cuaderno. Me inspiro en el inmortal Rutilio, el guerrero, el filósofo, el escritor, un hombre bueno. Que legó para la eternidad, sus relatos, sus vivencias. Mientras marchaba por la provincia romana de Hispania.

JCT

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