Esa noche, me acosté y como de costumbre al poco rato, ya estaba durmiendo. Soy una persona a la que habitualmente no le cuesta conciliar el sueño, simplemente cierro los ojos y duermo. Salvo en las contadas ocasiones, en que las tormentas provocadas por los problemas del día a día, consiguen enturbiar mi mente con sus olas de ansiedad, logrando desvelarme. Entonces comienza el carrusel de vueltas sobre el colchón, los resoplidos y las miradas de refilón al despertador para constatar con impotencia, como sus agujas se acercan de manera implacable a la hora en que romperá el silencio de la noche, con su estridente tono de alarma.
Me considero una persona afortunada, por tener una butaca reservada después del crepúsculo, en la platea del teatro de los sueños. Las representaciones nocturnas levantan el telón, tan pronto cierro los ojos. Cada noche hay un estreno, con actores, tramoyistas, técnicos, escenógrafos y decorados nuevos. El único protagonista que nunca varía es el director de escena, el subconsciente.
Cuando me metí en cama, no podía imaginarme el tipo de obra, que se iba a representar sobre el escenario de mi cerebro. El director en esta ocasión tenía previsto ofrecerme una obra maestra, fruto de un libreto escrito por el mejor guionista. Me esperaba por lo tanto presenciar una actuación coral e intensa, de la que por fortuna tendría que formar parte del elenco.
El Inconsciente me invitó a subir al escenario y de repente me vi en medio de una multitud de personas, que bajaban de forma disciplinada por una escalera que conducía a la planta inferior. La sala donde me encontraba era inmensa y su paredes eran de cristal. La muchedumbre estaba formada por siluetas de color negro, todas iguales. Intrigado me atreví a preguntarle a una de aquellas sombras a dónde se dirigían.
- ¿A dónde os dirigís? —
- A una reunión— me contestó lacónicamente el espectro sin parar de caminar.
En ese instante, sentí una necesidad imperiosa de abandonar aquel lugar, de encontrar una salida rápido. Movía la cabeza frenéticamente tratando de ver alguna puerta, mientras a mi alrededor continuaban desfilando aquellas columnas de seres que bajaban por la escalera. Por fin pude ver una puerta al final de un corredor, me dirigí hacia ella. El suelo del pasillo estaba lleno de papeles en los que estaban pintados dibujos infantiles, caminaba entre ellos con cuidado, tratando de no pisarlos. Hasta que me encontré con una persona vestida con una bata blanca, Que con voz autoritaria me dijo:
—¿Tú no vas a la reunión? —
Negué con la cabeza y empujé con fuerza una puerta de cristal para escapar de aquel sombrío lugar. Al verme fuera de aquel edificio, experimenté una sensación de alivio, estaba rodeado de luz y montañas verdes. El color de aquellos montes era brillante, tenía vida propia. Nunca había visto unos colores tan bonitos, me sentía feliz. Cuando miré hacia abajo, la felicidad dio paso a la angustia y al vértigo, al comprobar que estaba al borde de un precipicio. En ese momento apareció un niño de tez morena y ojos negros. Que cogiéndome de la mano me llevó por una escalera que discurría por la falda de la montaña… Continuará
JCT
Imagen obra de Dlee.
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